Aprovechando que el clima era propicio, menos de veinte grados con amenaza de lluvia, el sábado decidimos resarcirnos y enfilar hacia el restaurante El Kosako de la calle Junín.
Sin chequear la dirección exacta, pero con más disponibilidad de tiempo y paciencia, enfilamos hacia aquel lugar que alguna noche de lluvia nos albergó, junto a Débora, ese ángel que providencialmente la vida me envió para que mis temores encontraran un diluyente potente y efectivo. Esa noche me maravilló la ambientación del lugar, que inevitablemente me trasladó a una Europa de sabores y colores que jamás conocí y quién sabe si sigue existiendo o se la llevó el diluvio universal de las guerras.
En fin, llegamos al lugar sólo para comprobar que el diluvio también pasó por allí, borrando toda huella del Kosako, para dar paso a un restaurante francés (?) que todavía tiene la K de metal en el frente de su puerta.
Enjugando un lagrimón cambiamos abruptamente el ángulo gastronómico y terminamos en Cantón, Córdoba y Estado de Israel.
Besos con palitos, v.
1 comentario:
Iba a preguntar por qué besos con palitos...
Me acordé en el último segundo que Cantón queda en China...
Si, si... Ya me iba.
Besosssssssssssss (y cultura general).
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