jueves, junio 15, 2006

Shalom desde Medio Oriente (fechado 24 de abril de 2006)



Bueno, qué decirles.
Tuvimos un viaje terrorífico. 22 horas. Dos horas de retraso en Buenos Aires. Casi 100 kilos de equipaje y los gallegos de Air Madrid que no ayudaron ni mierda. En Madrid tuvimos que hacer el trasbordo de las valijas, y el "gentilhombre" que procesó nuestro check in hacia Tel Aviv nos informó que debíamos pagar exceso de equipaje. Pobre, no sabía en qué se metía cuando profirió semejantes palabras. Alegre, mi madre (aclaro para los que no saben que mi madre se llama Alegre), se puso a llorar. No a gimotear. A llorar literalmente. Yo me manejo mejor desde el "back office", y por otro lado sé fehacientemente que esas lágrimas no fingidas suelen tener el efecto deseado. Me limité a explicarle al señor del check in que salimos con ese equipaje desde Buenos Aires con Air Madrid, por lo que no veía el problema de despachar exactamente la misma cantidad de bultos tratándose de la misma compañía. El gallego no se inmutó y nos informó que él ni siquiera pertenecía a Air Madrid y que no podía hacer nada. Mi mamá lloró más fuerte, pero entre lágrima y lágrima tuvo una idea salvadora: despachar menos bultos. Ahí empezamos "la gran boliviana", abriendo candados y valijas y traspasando nuestros petates de valija a bolso y de bolso a valija. Hete aquí que un bolso no tenía candado, sino un precinto amarillo que Air Madrid había colocado. Imposible sacarlo con la mano. Pedimos ayuda al Sr. Check in. Nada. No sabe no contesta. Por suerte me acordé que en mi necessair tenía un alicate. Otra mochila se abrió y saqué el bendito alicate que pudo abrir el precinto amarillo para terminar de traspasar libros, alfajores y otros menesteres. Misión cumplida. Respiramos.

Ustedes se preguntarán cómo hicimos para juntar 100 kilos. Les explico. Mi valija salió de Buenos Aires con un modesto peso de menos de 30 kilos (lo permitido eran 32), pero mi mamá tuvo el buen gesto de aceptar de un primo de un amigo un bultito como de 5 kilos (crema de afeitar, shampoo y otras cosas que no existen en Israel), monedas para un coleccionista, alfajores a granel y quién sabe qué más. Cabe aclarar que en la mano llevábamos vinos y otras cosas no aconsejables de meter una valija.

El encuentro con la familia, un espectáculo. A mis tíos hacía poco que no los veía, pero a cuatro de mis cinco primos hacía diez años; desde que se fueron a Israel. Diez años es mucho tiempo. Los trillizos Florencia, Luciano y Naomi tenían menos de tres años. Malena tenía nueve. Dany tenía doce, pero él vino a Buenos Aires dos veces, por lo que el shock no fue tan grande.
Flopy se parece a mí.

Estoy en una zona del país en la que nunca estuve. Mis tíos, los Romano, viven en Raanana, una pequeña ciudad cerca de Tel Aviv, llena de floridos boulevares y con un parque increíble. Todo es nuevo y a la vez conocido. Es una suerte de vuelta a casa. La semana que viene es el Día de la Independencia y aquí se festeja a lo grande. Veré a una rama de la familia gigantesca y estará Rebequita, la prima de mi abuelo que es la única persona que habla ladino (español antiguo) que conozco.

Con Alegre iremos a Grecia. Hay unos paquetes de último minuto que te la voglio dire.
Mañana vamos a Acre, donde no pudo desembarcar Napoleón y los cruzados dejaron su huella camino a Jerusalem.

Les mando un beso grande, v.

1 comentario:

Vivi Briongos dijo...

Me mataste con Alegre!!! Y sus ríos de lágrimas!!! Una genia!!!!!!!