Nunca comenté en mis mails durante el viaje sobre Malka. Un poco porque algunos ya conocen la historia, y no quería escribirla nuevamente para no aburrir, y otro poco porque los que no la conocían tal vez no tenían ganas de leer sobre el tema en mis textitos "express" que daban fe del recorrido que estábamos haciendo.
Pero partir es volver un poco. Y en general los viajes hacia afuera también lo son hacia adentro, así que creo que vale la pena tomar un respiro en la crónica y contar sobre Malka. Porque hay cosas que son importantes registrar por escrito.
Conocí a Malka en Buenos Aires en febrero de 2004. Llegó a Buenos Aires desde Israel con su marido Beni y su hijo Ianiv, quien los acompañaba. Beni venía a transplantarse el hígado, seriamente afectado por causa de los fármacos que le administraron para tratarle una afección en la médula.
Israel es un país que, por motivos religiosos, tiene pocos donantes de órganos. Por esta razón, una ley obliga a los seguros médicos a financiar un transplante en el exterior en el caso de ser necesario. Actualmente existen varias empresas que funcionan como intermediarios entre los seguros médicos israelíes y las instituciones médicas de los países donde se practica el transplante: Estados Unidos, Colombia y (por unos pocos meses) Argentina.
Cuando llegaron Malka y Beni, yo trabajaba para esta empresa intermediaria israelí como traductora hebreo - español y además coordinaba al equipo de traductores que acompañaban a otros pacientes y familiares.
No voy a entrar ahora en la discusión sobre el tema de los transplantes a pacientes extranjeros. Da para largo y no es el objetivo de estas líneas.
Sólo quiero escribir sobre el vínculo que me une a esta mujer y su familia.
Malka y Beni estuvieron en Buenos Aires cerca de 4 meses esperando un transplante que nunca tuvo lugar, ya que a Beni le diagnosticaron leucemia en los exámenes pre quirúrgicos. La situación fue sumamente difícil, como toda vez que la muerte se muestra tan pornográfica y explícitamente.
Beni y Malka volvieron los últimos días de abril a Israel y él falleció al poco tiempo.
Pocas circunstancias unen a los seres humanos como asistir a una persona durante sus últimos días sobre esta tierra. Por supuesto que el tiempo que estuve con Malka y Beni excedió por mucho lo que tenía que ver estrictamente con lo que se supone era mi trabajo. También tuvo mucho que ver cómo eran ellos y la empatía natural que surgió.
Malka y Beni se conocieron muy jóvenes en Israel. Ella tenía 14 años. A los 17 se casó con él.
No fue fácil llegar al casamiento. Malka estaba muy enamorada y Beni era iraní y su familia (la de ella), no estaba muy feliz con la idea de ese casamiento. Entre otras cosas, arguían que él era una "bestia negra" (shwartze jaie) y que le iba a pegar y llenar de hijos. Malka sabía positivamente que él no le pondría jamás una mano encima para lastimarla. En cuanto a los hijos, era justo lo que ella tenía en mente, así que no podía preocuparle menos.
Pocas veces tuve el honor de presenciar un vínculo tan fuerte. No simbiótico. Fuerte. Se notaba el amor. Tan simple como eso.
El tiempo que compartimos juntos en Buenos Aires dio lugar a experiencias varias. El casino ocupaba buena parte de sus días. No eran jugadores compulsivos ni mucho menos. Sólo descubrieron que el juego les permitía evadirse algunas horas de lo asfixiante de la enfermedad. Algunas veces los acompañé. No soy aficionada al juego, con lo que rompí mi propio record de permanencia en el casino flotante. Hasta terminé jugando.
No volví al casino nunca más.
Los israelíes tienen una ocupación nacional y permanente: buscar pareja a los solteros. No fui la excepción. Cierto médico fue interceptado por el radar de Malka y Beni, quienes no escatimaron esfuerzos, aún en la situación penosa en la que se encontraban, hasta averiguar la data necesaria para saber si el galeno en cuestión estaba disponible o no. Todo el episodio fue muy gracioso, sobre todo porque una vez que me senté a tomar un café con él y el tipo me aclaró que estaba saliendo con alguien (cosa que yo desconocía al momento de salir con él) pero que igual estaba dispuesto a salir conmigo, Malka declaró ante mi asombro: si no vive con la "novia", vos seguí conociéndolo, por algo estaba ahí sentado con vos; lo que le valió una medalla de parte de mi grupo de amigas.
For the record, aclaro que jamás llegué con el doctor ni siquiera a primera base, ya que me di cuenta a tiempo que buscábamos cosas muy distintas, pero me encantó el espíritu emprendedor y abierto de Malka.
Malka se transformó en una madre para mí. Puedo hablar con ella de temas que con mi propia madre jamás pude hacerlo.
Cuando se enteró que yo iba a Israel, vino a visitarme el mismo día en que llegué y tuvo atenciones conmigo que yo no esperaba.
Fue muy importante para mí conocer las caras de los nombres que había escuchado durante tanto tiempo.
Fue fundamental visitar la tumba de Beni.
Fue bueno re conocer a Malka en su propio habitat, en circunstancias de tanta felicidad como preparar el casamiento de su hija menor.
La foto fue sacada en la calle Najalat Biniyamin, donde se encuentran las grandes sederías en Tel Aviv (una especie de calle Alsina). Malka fue a comprar la tela para el vestido que iba a usar en el casamiento de su hija. En la foto aparecen también Rajel y Ester, dos amigas de Malka que tuvieron una participación especial en la compra de la tela. Pero esa es historia aparte.
Nos estamos viendo.
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