Un blog para reírnos de nuestros momentos miserables y relatar la alegría de estar vivos.
viernes, junio 30, 2006
Mar Muerto, Ninette, Ulises, alguien más y los pajaritos desgraciados (fechado el 5 de mayo de 2006)
Bueno, les cuento.
El Día de la Independencia (Iom Haatzmaut) fuimos al Moshav (establecimiento agrícola parecido al kibutz) Bitzaron, donde nos encontramos con toda la familia Saban, cuya matriarca es prima hermana de mi abuelo materno. También festejaban el bat mitzva de la hija de los dueños de casa. Catering con asado estilo brasileño, todo al aire libre, música, baile. Precioso. La pasamos bárbaro. Lo único que lamento es que no pude grabar a Rebeca (la ladino parlante), porque no me dio el tiempo.
Los dueños de casa exportan ajo, caqui y bulbos de lirios al mercado común europeo.
En la foto, Alegre, mi madre, preciosa, y Rebequita, quien fue preciosa en su tiempo.
Al día siguiente partimos al Mar Muerto desde Tel Aviv. Cuando llegamos a la Estación Central de Jerusalem, todos bajamos del micro con nuestras pertenencias para pasar por la misma revisación de seguridad que poseen los aeropuertos (detección de metales y rayos X para el equipaje). Después subimos al mismo autobús. La Estación Central también cambió mucho desde la última vez que estuve ahí. No solamente en términos de Seguridad, sino que ahora también se convirtió en un shopping de la san puta. Otra curiosidad es que por primera vez vi chicas soldado religiosas, con pollera larga hasta los tobillos.
En el viaje escuché a 2 chicos (pareja) hablar en español. Uno venía de Brasil - Ulises - y el otro de Perú - les debo el nombre. No pude con mi genio y los asesoré para que fueran al mismo lugar donde íbamos Alegre y yo, donde y cuando tomar el micro de la vuelta y que hacer los días que les quedaban en Jerusalem (vinieron por nada más que una semana).
Fuimos a una especie de parador que se llama Jof (Playa) Mineral, que incluía varias cosas. Antes que nada, Alegre anunció que tenía hambre. Inmediatamente me di cuenta que no iba a poder dar ni medio paso ahí adentro si no la alimentaba primero. Por suerte su prima Adina nos dio unos sandwiches, manzanas y una botella de agua. Empezamos con los sandwiches y a los 30 segundos una multitud de pajaritos (gorriones y otros) nos invadieron. Fieles al estilo israelí, estos pajaritos no tuvieron ninguna vergüenza y se acercaron sin cuidar ninguna distancia ni protocolo. Me puse histérica (la naturaleza me gusta, pero con reservas) y empecé a tirar pedacitos de pan para que se ocuparan en algo y me dejaran en paz. Algunos pedacitos jamás llegaron al suelo porque los pajaritos cazaban el pan al vuelo. Esta vez la que se histerizó fue Alegre que me dijo que antes de pensar en los bichos, mejor le daba el pan a ella. Temí por mi integridad física, así que comí rápido medio sandwich y guardé lo que quedaba en el papel film, mientras mi madre espantaba a los pajaritos.
Cuando terminamos de comer y nos cambiamos, nos metimos a unas piletas de aguas termales con azufre (45 grados). Una señora que estaba ahí - Ninette, de más o menos unos 67 años, la escuchó a Alegre y se puso a chapurrear con ella en francés, inglés y un poquito de español. Resulta que la señora vivía en Israel y la hija trabaja para los productos Ahava. Entonces nos asesoró sobre como realizar todos los pasos del spa del Mar Muerto y qué barro ponernos (uno negro casi como alquitrán) y de dónde sacarlo, y nos advirtió que ese mismo barro se vende a 10 dólares el medio kilo. Como toda persona que camina por Israel, no escatimó en gastos para darnos consejos sobre cómo se debe vivir la vida, el matrimonio y otros entuertos. Muy simpática la señora, que si no la ahogaba ahí mismo.
En la foto, Ninette et muá.
Al final de la jornada, en el vestuario también fui testigo de toda una discusión entre las presentes sobre las instalaciones y el servicio y si en otro parador es más caro o más barato. Lo gracioso era que todo el debate transcurría mientras todas nos poníamos las bombachas y corpiños.
Partimos hacia Jerusalem y luego a Tel Aviv.
Esa noche me reencontré con mi amiga Rosalie Sitman, a quien conocí en el avión en el 95 y quien entonces llegaba a Buenos Aires para realizar su tesis sobre Victoria Ocampo. Nada iguala la conexión entre las almas que se renovó en el encuentro, a pesar de que no nos vimos durante largos años. Estoy muy agradecida a mi mamá por este viaje, que, aunque a veces tan difícil, me esta dando tantas satisfacciones.
Hoy tuve un buen día (entre ajetreado, emocionante y tranquilo).
Mañana me encuentro con Sonia y Meyer y su prole. Parece que iremos a la playa.
Besos salados, v.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Me muero por saber del paseo a la playa con Sonia, Meyer y su prole
Publicar un comentario