martes, noviembre 14, 2006

No quiero ser modelo

Hay una frase de Sting que tengo muy presente: “Sé vos mismo, no importa lo que digan”. La canta en “Inglés en Nueva York”, y es sobre lo que siente alguien cuando sabe que es distinto. Creo que en nuestra sociedad hay una fuerte presión para homogeneizarnos, para que todos seamos flacos, bonitos y no pensantes, sobre todo lo último.

He llegado a equiparar el pensamiento y la angustia, como si la reflexión no pudiera servirme para estar mejor. Pero voy a sentirme mal mientras no pueda pensar algunas cosas ¿por qué tengo que ver la diferencia como un castigo?, ¿por qué no tender puentes a partir de ella?, ¿a quién quiero parecerme y para qué?

Mis relaciones se vuelven más difíciles cuando intento ser lo que no soy. Hay demasiados mitos en el medio, demasiadas imágenes falsas. Y el miedo a que me rechacen si me dejo ver es duro de soportar. Pero quizá sea peor vivir en una ficción.

Podemos ser muchas cosas. Pero si no nos decidimos nunca sabremos lo que pudimos ser. Como esa gente que dice “yo podría escribir pero no lo hago porque…” Y después sigue una lista de excusas. Ante nosotros y los demás sólo somos lo que somos.

No creo que una vida mediocre sea la solución a la falta de opciones. Todavía es posible elegir, siempre es posible pero hay que combatir al miedo. Ese que nos dice que no lograremos ser felices, que es mejor convertirnos en momias. Ese que nos convence de no arriesgarnos por nada, cuado debería ser al revés, como proponía Cortázar: “…Y juegue mi vida mientras avanzo paso a paso para ir a comprar el diario a la esquina”.

Me pregunto en qué me ayudaría parecerme a la modelo que actúa en TV, además de seducir y ganar dinero. Sospecho que mi futuro no está en la pasarela. Prefiero dedicarme a escribir. Cada uno tiene lo suyo. Y si pierdo el tiempo tratando de imitar modelos inalcanzables, no haré mi propia experiencia. Pero cuesta: estamos acostumbrados a recibir órdenes en todos los ámbitos. El que se aparta de lo común es visto como un extraño, incluso como un peligro.

La difícil tarea de modelarnos a nosotros mismos no la haremos escuchando al maestro con los ojos cerrados. Al contrario, es con los ojos abiertos como se puede aprender, y aceptando que no estamos terminados. Pero tampoco el que nos habla lo está.

Y los que comparten nuestra búsqueda también tienen algo qué decir, no sólo los que “saben”. Hay rechazo al aprendizaje democrático en el que todos tienen derecho a debatir. Prefiero la polémica al silencio, que me recuerda al de los cementerios. Si estamos vivos, deberíamos agitarnos.

Lo que duele es elegir, siempre hay que renunciar a algo para tener otra cosa. Y a veces estoy disconforme con mis elecciones porque no me dan lo que esperaba. Pero equivocada o no, soy yo la que decido. En este país donde otros deciden por mí en temas fundamentales, tengo que hacerme cargo de las cuestiones “personales”: un amplio territorio que incluye familia, amigos, pareja y todo lo que me impulsa a ser auténtica. Vestirme como quiero, hablar de lo que pienso, juntarme con la gente que me ayuda a crecer. Hay una actitud que me parece funesta: “es el peor es nada”.

Conozco ciertas personas que viven de acuerdo con esa “petición de principios”. Están mal con ellos mismos, con su pareja y su trabajo pero se consuelan diciendo que eso es mejor que otra cosa. ¿Cómo pueden saberlo si el terror al cambio los mantiene ciegos?

Lo ideal sería encontrar la fuerza y el coraje necesarios para no ceder a las presiones sociales, que me llevan a hacer lo que no quiero en momentos que no son los míos. Pero para eso necesito tener la cabeza fría y no dejarme invadir por los mensajes que me vende la publicidad.

En “Aguafuertes porteñas”, Arlt le contesta a un hombre que le pide la fórmula de la felicidad: “No mire lo que hacen los demás. No se le importe un pepino de lo que opine el prójimo. Sea usted, usted mismo sobre todas las cosas, sobre el bien y sobre el mal, sobre el placer y sobre el dolor, sobre la vida y la muerte. Usted y usted. Nada más. Y será fuerte como un demonio entonces. Fuerte a pesar de todos y contra todos”. Si eso no es la felicidad, es lo más parecido que conozco.

Gabriela Lotersztain

Diario Clarín, 1992

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Inspirador...

Anónimo dijo...

que lo pario.....que fuerte y que cierto....
Apenas lo comence a leer me dije...que le paso? me mato la profundidad....no es que no lo seas amiga...no me mal interpretes...pero no es lo que estoy acostumbrada a leer...tu forma de redactar....
pero si me gusto y mucho....cuesta a veces....uno se confunfe por momentos....
beso,
Glen

Anónimo dijo...

guau! que alivio que la nota no esta firmada por vos,Vale. Mientras la leia, pensaba,"a esta chica le pasa algo, por que esa tristeza, por que esa falta de optimismo". Esa no puede ser la misma Valeria, que conozco desde hace muy poco tiempo y ya comence a querer. La misma profundidad, similar inteligencia pero sin la cuota de humor que da un proyecto de vida. Una tia aliviada