sábado, noviembre 19, 2005

Nuevos Descubrimientos

Ayer vi un capítulo viejo de Sex and the City que jamás había visto. Ese es ya un acontecimiento extraño, ya que la serie ocupa un lugar importante en mi vida bajo el item "Educational" y yo me tomo mis obligaciones académicas muy a pecho.
El capítulo en cuestión versaba sobre los monstruos que habitan en algunos hombres y algunas mujeres, y que son descubiertos en el momento menos pensado y con sorpresas harto desagradables, que hacen huir despavoridamente al partener de turno.

Cada una de las neoyorquinas amigas se vio en la penosa situación de descubrir monstruitos que habitaban la ciudad bajo el disfraz de Carmelitas Descalzas. Charlotte encontró a uno cuyo único talento era hacer extremadamente bien era sexo oral. Por poco se muere cuando le informaron que el señor en cuestión era conocido como "Mr. Vagina". La pobre y soñadora Charlotte se había hecho ilusiones de llegar al altar con el dotado hombre, creyendo que su habilidad podría tener ramificaciones en otros campos (por ejemplo el intelectual o el emocional). Demás está decir que el cálculo le dio ERROR.

Samantha encontró a un hombre que en plena situación erótica le dijo que era una vieja de 40 (la otra no sabía si matarlo o huir sin más) y tras cartón se encadenó y le propuso practicar sexo sado masoquista.

Carrie se topó con varios: uno que le agarró un brote en la cola del cine, se atacó y empezó a gritarle a todo el mundo sin razón aparente; el otro un broker en alza, con un estado financiero envidiable, que de todas formas insistía en robar revistas de segunda mano (Hello -ou?); y otro, un premiado documentalista que odiaba lo que hacía y se lo hacía saber a toda la humanidad con un humor de perros digno de mejor causa. Luego tuvo un último y casual encuentro, un hombre que aparentemente no tenía nada de monstruoso. Se divisaron en el Central Park. Después de un intercambio de miradas, se saludaron y comenzaron a charlar. El también se había topado con mujeres "monstruos". Una de ellas insistía en dormir con los zapatos puestos. La cuestión es que una cosa llevó a la otra, salieron una noche a cenar y todo fue bien y los dos parecían estar sorprendidos. Carrie resolvió presentarle a un amigo de Ben (su reciente adquisición) a Miranda. Todo fue mal. El amigo de Ben no había salido en 10 años de Manhattan y hacía un culto de ello. Un insoportable que se rió de Miranda cuando ella comentó que iba a Conneticut a visitar a su madre. ¿Qué necesidad había de ir al campo? Miranda decidió que era hora de alimentar a su gato e hizo mutis sin más, deseándole mejor suerte a Carrie, pero se lo dijo sin ningún atisvo de optimismo.
Esa noche Carrie y Ben hicieron el amor en el departamento de él y no tuvo nada de monstruoso. Lo más monstruoso que ocurrió esa noche fue el tatuaje de Twittie de Ben, obtenido en una noche borrachera. O sea, nada.
A la mañana siguiente, Ben le dijo que esperara allí, que él iba a jugar al football, y que volvía en dos horas. Carrie pensó que era su oportunidad de oro para descubrir la monstruosidad que ocultaba su amante y puso manos a la obra. Oscultó el interior de su heladera, su cajón de ropa interior, y cada rincón del departamento. Ni un signo de rareza. Hasta que se topó con una caja de madera difícil de abrir. Decidió que era allí donde Ben ocultaba su lado oscuro y resolvió violentar la caja. En ese momento apareció Ben. Atónito le preguntó que estaba haciendo y que había resuelto no ir al jugar para quedarse con ella. Carrie le confesó que estaba buscando signos de monstruosidad (no tuvo más remedio). El deslizó la tapa de la caja (ella estaba tratando de abrirla hacia arriba) y le mostró sus insignias scouts. Ella dijo que se iba y él le contestó "Buena idea". No era necesario aclarar nada. Ellos dos jamás volverían a verse. La última reflexión de Carrie camino a su casa fue que el miedo por encontrar lo monstruoso en el otro la arrojó a una monstruosidad propia y fue devorada por ella.

Me quedé pensando... Ultimamente conocí a algunos monstruos, que generosamente descubrieron su monstruosidad en seguida. Afortunadamente optaron por autoeliminarse de mi vida, sin darme el trabajo espantoso de tener que hacerlo yo. Les agradezco.

Sólo espero seguir adelante sin que el miedo por encontrar la monstruosidad en el otro fagocite la oportunidad de encontrarme con aquellos seres que no la poseen (y que gracias a Dios existen). Porque no tengo dudas de que si ese miedo nace se reproducirá en un monstruo invivible.

Buen fin de semana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un deleite, Valerí!!!