Un blog para reírnos de nuestros momentos miserables y relatar la alegría de estar vivos.
lunes, enero 16, 2006
Demoliendo hoteles
Una de las tareas casi obligada de los principios de año es la limpieza de escritorios, cajones, placards, casillas de email, zapatos, etc y afines. He comenzado cada una de ellas y aún no he terminado con ninguna.
Revisando mi casilla de "Enviados" de Yahoo!, he mandado a algunos a la Papelera (que viene a ser el cementerio de los emails). A otros los he reorganizado en carpetas diversas por temas. Y a otros los he rescatado para la posteridad.
El que estoy a punto de transcribir, en realidad más que un mail es un texto enviado por mail. Lo he modificado, porque tal cual estaba me pareció demasiado formal, y tenía más que ver con la persona a quien se lo estaba mandando que a mí misma.
Helo aquí.
El Yo como entidad sólo puede constituirse de manera soberana en tanto puede atravesar el proceso reconocerse a su vez como Otro. Y eso puede ocurrir cuando adquiere la valentía de descentrarse, dejar de ser foco absoluto, para poder dejar huecos, abismos, vacíos. (Condición necesaria - pero no suficiente - para que algo de la novedad irrumpa). La angustia del hueco moviliza a la vez que alumbra la posibilidad.
Sólo cuando el Yo llega a oler la nada, cuando llega a percibir su muda respiración, cuando puede sostener la tensión de su temblor, es que finalmente puede llegar a vislumbrar a ese Otro que lo habita a la vez que lo conforma.
Para identificarlo, es preciso construir una distancia. Medirla, para luego cruzarla. Sortear uno a uno los obstáculos, prescindiendo de los artificios rancios de la inmediatez.
Y es así como, acunado por los borbotones del silencio, puedo verme como Otro. Ese Otro por momentos extraño, contradictorio, ambivalente, paradojal, ajeno. Y sin embargo, si logro tenderle un puente de complicidad, la diferencia entre el Yo y el Otro deja de ser atemorizante para transformarse en tierra virgen recién nacida.
Y es justo en ese instante, en que veo en toda su extensión a mi Yo como Otro, en el que el encuentro pleno con los Otros que transitan este mundo, es posible.
Ni un segundo antes. Ni una canción después.
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