Ahora estoy en una situación parecida, entre mi site InsideBA, las cotizaciones, los brasileños, los americanos, el actual amigo americano Eric y la reserva al restaurant La Estancia de calle Lavalle, las reuniones para mañana en el centro (agobio), los pasajes a Israel para mayo, los relatos de Fernández de la revista La Nación, mi padre, mis hermanos, mi madre - obvio - y los etc. de costumbre que nunca faltan.
La cuestión es que me quiero tomar unos minutos refrescantes, cortar unos minutos la rutina e internarme en el maravishoso mundo de mi propio blog. (Estoy segura de que mi amigo Julio diría "Ah...una joda bárbara!..."). En fin. El porque no tiene un blog.
Quiero contarles lo que me ocurrió el pasado viernes a partir de las 7 de la tarde aproximadamente. El sol comenzaba a caer sobre la ciudad y yo estaba tomando un té en la casa de los padres de mi amiga Gabriela. Gabriela está enferma y por sugerencia de su tía Coca (una traumatóloga residente en el Chaco y reina de los Carnavales) nos aprontábamos a ir a consultar a un sanador que vive en Mercedes, Provincia de Buenos Aires, a más de 1ookm de Capital. Aclaro que ni Gabriela en particular, ni su familia en general son creyentes. Judíos, sí. Creyentes, de ninguna manera.
Así las cosas, las integrantes de la travesía éramos: la mamá de Gabriela (Ester alias Gorda con yeso en el brazo, resultado de una reciente fractura de muñeca), Gabriela (obvio), y sho.
Ya teníamos "turno" gracias a la gestión de la mamá de Gaby con una tal Victoria. Llegó el remis a buscarnos (sin aire acondicionado - una calamidad) y las 3 gordas bajamos con una botella de 2 litros de agua mineral fría, 2 vasos de plástico y con la firme intención de completar nuestras vituallas con sandwiches de miga de la Confitería "La Argentina", cosa que hicimos (muy recomendables por cierto, Cabildo esquina Céspedes - baratos no son, pero valen la pena). El sol nos acompañó casi hasta pasadas las 8, y el viaje estuvo amenizado por los recuerdos de juventud de Ester alias Gorda de sus tiernos días sionistas en Gowland, cerca de Zumerland, bastión de los Comunistas. (Parece un chiste con rima y todo, pero juro que no lo es). La botella de agua fue una aliada fundamental, aunque hasta ese momento todavía no habíamos tocado los sandwichitos.
Ya estábamos llegando a lo del sanador José, cuando todavía en la ruta el chofer nos anuncia que se quedó sin gas y que tampoco tenía nafta. Genial, dije yo. El chofer bajó primero para ver si podía hacer arrancar el auto, luego para ver cómo podía hacer para que lleguemos a lo de José, luego para buscar nafta para hacer arrancar el auto y finalmente para ir a buscar una estación de gas para cargar el ídem.
En ese momento sho dije: me agarró la angustia oral. Y las 3 nos avalanzamos sobre los sandwiches de La Argentina. Gabriela entre mordisco y mordisco anunció que el chofer había sido un boludo por haber dejado que todo esto sucediera y que ni mierda le iba a dar un sandwich. Cuando consideramos que la angustia oral había amainado, y el chofer estaba en la rotonda, a 100 metros de distancia o quién sabía dónde, se nos ocurrió que podríamos hacer dedo. Ya estaba oscuro. Los autos pasaban a mil por hora y los camiones ni les cuento. Como nadie paraba con el dedo tradicional, nos pareció buena idea ponerla a Ester alias Gorda adelante con el brazo enyesado en alto a manera de "Salve Argentina, Bandera azul y blanca" a ver si alguien se apiadaba. Nada. Argentina Solidaria, señores. Copados los vecinos de Mercedes.
A esa altura, lo único que le faltaba a la escena para ser parte de una película de Almodóvar era el tapizado de leopardo y algunos tiros. Por lo demás, estábamos completos.
Finalmente el chofer del remis volvió con otro auto, que nos llevó a lo de José y lo llevó a él a arreglar el tema del combustible para la vuelta. Por supuesto que cuando bajamos y entramos a una especie de sala de espera gigante con bufet incluído, Gabriela anunció que no iba a entrar (qué esperaban?). Se quedó en el patio y no quiso entrar ni al baño, prefiriendo pishar en el medio de los yuyos. Finalmente la angustia cedió y decidió entrar. Yo entré con ella. En la antesala del "consultorio" había imágenes de Jesús y de algunos santos y Vírgenes. Le dije a Gaby, vos no querías hablar con nadie que tuviera que ver con lo religioso, y mirá: lleno de religión por todos lados... ¿Por qué no vas a ver a un rabino y te dejás de joder? A lo que Ester con el humor ácido que la caracteriza respondió: ¿El rabino es más cerca?
Creo que sólo por esa frase me valió la pena la odisea.
Nos estamos viendo.